Tuesday, April 11, 2006

Abróchense los cinturones, el Mario D.L.

El viernes pasado en una de las tantas salidas nocturnas de los Tartaneros, se suscitó un hecho que realmente vale la pena ser contado.
Antes de comenzar con el relato, debo aclarar que no tuve la fortuna de presenciar dicho hecho por lo que basaré mi relato en lo que llegó a mi por parte de los otros Tartaneros, que si dijeron presente la noche del viernes pasado.

El detonado protagonista de la noche fue en este caso el Mario. No es casualidad que esto ocurra y todo lo sucedido en la noche del viernes pasado no hace más que confirmar mi teoría sobre la enfermedad del Mario. Algunos estarán pensando Cirrosis!!!, peor se equivocan, el diagnóstico es aún más complejo. No es que sea un especialista, pero en mi opinión, Mario padece un caso típico de esquizofrenia alcohólica que se manifiesta en una doble personalidad que (como ya he dicho) se divide en, antes del primer litro de vino y después del primer litro de vino.
El Mario A.L. (antes del 1º L.) es un persona tranquila, un repartidor de jamones y un estudiante de Ingeniería más.
El Mario D.L (después del 1º L.) experimenta múltiples transformaciones, muchas de las cuales se pusieron de manifiesto en la noche del viernes pasado.

Al principio todo parecía transcurrir con normalidad, claro aún no habían comprado el alcohol. Cuando lo hicieron la combinación elegida fue Whisky y Ron, un combinación letal, va en realidad la combinación letal es el Mario y cualquier tipo de alcohol. Una vez que apareció el alcohol, apareció el Mario D.L. y ya nada fue lo mismo.

Gran parte de la noche se fue pateando, desde muy lejos hasta la ciudad vieja. En dicho trayecto, Mario que ya transitaba por las calles como diría una canción de 2 min. Borracho y agresivo, notó una leve brisa que acariciaba sus zonas más íntimas, para ese entonces ya tenía el pantalón a la altura de las rodillas. Comenzará entonces un lucha entre el Mario y el pantalón (y alguna gente más), que se extenderá a lo largo de toda la noche.

Finalmente, y siempre en la búsqueda de la gran fiesta, llegaron a la plaza de los bomberos. Para ese entonces, el Mario ya tenía los pantalones a la altura de los tobillos, la cara contra el suelo y de 5 a 6 personas tratando de subirle los pantalones, acto que constituyó un bizarro y divertido espectáculo para toda la gente que se encontraba en la plaza.

Era evidente que el Mario no podía seguir hasta la Ciudad Vieja ( es más no podía pararse), entonces apareció la actitud madura de la noche, a cargo de el Cabeza, quien lo metió en un taxi. Todos estarán pensando, lo mandó para la casa, no!, lo mando para la “fiesta”, que dicho sea de paso, nunca existió, entonces el Mario de caliente le vomitó toda la puerta de la casa. En realidad no fue toda, porque gran parte del vomito le quedó en el brazo, sobre todo ese churrasquito que se había senado entes de salir.

Ya en el regreso, y en el final de la noche, se encuentran con una grande: la Hippie de Rulos. La cual con un instinto maternal y mientras le subía los pantalones le decía:
-Mario, no encara nada andar con la pichula para afuera.

Esa frase es una gran síntesis de la noche y nos recuerda que: siempre se puede caer más abajo.